Biografía
Entrevistas
Críticas

Avel·lí Artís-Gener

"Mi Ramon Calsina"

Prólogo del libro Ramon Calsina)

Joan Oliver

El Món

26 de noviembre de 1982

Ramon Calsina y la pintura “De nuestro tiempo"

Avui

1983

Manifiesto

Ramon Calsina: un pintor siempre vigente

Joan Perucho

Avui

17 de marzo de 1983

"El espejo"

Ramon Calsina

Avel·lí Artís-Gener

Serra d'Or

Febrero 1984

Con Ramon Calsina

Aquellos que sueñan y enseñan a soñar

Doctor Scòpius

Avui

22 de mayo de 1984

El sueño de Calsina

Josep M. Espinàs

Avui

7 de junio de 1984

Calsina: acto de justicia

Gerard Vergés

Avui

28 de abril de 1987

Elogio de un pintor demasiado poco conocido

Albert Jané

Cavall Fort

Junio de 1987 (núm. 598)

El pintor Ramon Calsina

Josep Maria Cadena

La Vanguardia

Ramon Calsina, o el amor hecho sátira

Miquel Alzueta

Avui

14 de marzo de 1990

Ramon Calsina, la línia recta

Josep M. Espinàs

Avui

13 de diciembre de 1990

Un libro a tiempo 

Pilar Rahola

Avui

26 de mayo de 1991

Ramon Calsina

Pere Calders

Avui

13 de diciembre de 1992

EL DAVANTAL DE PERE CALDERS

Julian Gállego

ABC

1996

RAMÓN CALSINA, EL IRÓNICO Centro Cultural Conde Duque - Madrid

Libro

(volver)

Avel·lí Artís-Gener

Serra D’Or

Febrero 1984

Con Ramon Calsina

Aquellos que sueñan y enseñan a soñar

No debe ser lo que entendemos por educación que comience estas líneas citándome a mí mismo, pero no se me ocurre otra manera de entrar en materia. Una entrañable amiga mía -que hasta entonces ignoraba la obra y la persona de Ramon Calsina-, acostumbrada como está a mi talante inclinado a la hipérbole, quería conocer detalles respecto al quehacer de nuestro gran pintor, al cual había pensado entrevistar para la televisión, en un programa cultural en el que intervenía cada semana. Me pedía una definición que la orientara y le dije:

-Lo que Pere Calders es en literatura, Ramon Calsina lo es en pintura.

La frase, reducida a sentencia, reunía todos los inconvenientes de las afirmaciones demasiado rotundas; era necesario matizarla y lo hice a grandes rasgos, e insisto que mi amiga conoce perfectamente mi tendencia al ditirambo. Ahora, en estas líneas, me propongo analizar con menor superficialidad lo que le dije a Maria-Antònia Oliver. Y soy consciente de que la empresa me obliga a advertir al lector que no pienso exagerar ni un ápice. Debo decir que cuando mi amiga ya conocía los dibujos, las litografías y los óleos de Calsina -y Calsina mismo in person-, había coincidido con mi opinión. Este es un buen momento para la reflexión, cuando hay anunciada la exposición antológica de Ramon Calsina y cuando, todo el mundo que lo desee, podrá examinar la obra exhibida y sacar sus propias conclusiones.

A parte (y quizás debería hacerlo entre paréntesis) es necesario que consigne que, un día que hablaba de ello con Daniel Giralt Miracle y le aseguraba que ninguno de los jóvenes de menos de veinte años conocía la obra de nuestro pintor, el crítico de arte me había respondido:

-Puede doblar la edad con la conciencia bien tranquila: la ignora la mayoría de gente de cuarenta años en adelante, a pesar de que haya algunas afortunadas excepciones.

Desconocer la personalidad y la obra de Calsina es una grave falta que hace pensar, una vez más, en ese artículo que Jaume Fuster publicó en el diario Avui titulado "Una cultura de olvidos", con motivo del centenario del nacimiento de mi padre, el dramaturgo Avel·lí Artís i Balaguer, efeméride que, a excepción del artículo de Fuster y un par de notas más, no provocó ni la más pequeña remembranza. Este año, en diciembre, hará treinta de su muerte y los tres hijos de Avel·lí Artís ya nos hemos hecho a la idea de que tampoco, en 1984, nadie se acordará de él. Pero acabo el paréntesis, que ya se me vuelve soliloquio.

A partir del academicismo más sólido y del oficio más depurado, Calsina, que es un hombre creador y poderosamente imaginativo, ha reflejado en los lienzos su estremecedor mundo onírico, paradójicamente inmaterial y tangible, nutrido en sustancia por las raíces más profundas en el pasado, y se ha transformado en una actualidad acuciante: la sagrada vigencia de lo que en el hombre hay de incommovible. La suya no es una pintura nostálgica -como eso que hemos dicho podría inducir a creer-, sino absolutamente al contrario: la recreación de un pretérito (ahora casi histórico) irrenunciable e irrefutable, porque posee toda nuestra esencia del ser mismo, toda la dimensión que cristaliza en nuestro hoy. Cuando Calsina evoca su Poblenou -y mira que lo hace reiteradamente!- no es que nos remita al viejo Poblenou, hoy barrio de la urbe, sino a nuestro Poblenou contemporáneo, el Nuevo Pueblo de Cataluña, enseñándonos que no somos unos simples paseantes subyugados por modas transitorias, sino que poseemos, vinculadas a un herencia formidable, unas poderosas características que nos definen con tinta indeleble.

Cuando la pintura se cansó de ser fríamente objetiva, de plasmar de fuera a dentro, cambió el proceso y nació el arte de pintar de dentro a fuera, el abstracto. Era una nueva expresión y exigía nuevos métodos de lenguaje. Esto aún hace más conspicuo el caso de Calsina, porque él, que exterioriza su mundo íntimo, tan fabulosament rico, lo hace sirviéndose de la terminología que se ha arrinconado como inservible de cara a la nueva realidad: el realismo más severo y más fielmente unido a los cánones, esta modalidad pictórica que quiere, como premisa inexorable, que el pintor sepa pintar.

Por ello, dado el volumen de su mensaje, es necesario que su lenguaje esté apoyada por una técnica rigurosa, construida severamente sobre los patrones más estrictos. Una clase tan íntima de comunicación precisa de una expresión nada críptica, sino con unos elementos bien comprensibles, que no sea necesario descifrar, porque al espectador de su pintura aún le queda el enorme trabajo de penetrar en ese mundo insólito y hace falta que el camino sea libre y expedido, sin el obstáculo de tener que adivinar o interpretar si aquello es un pan, una tableta de chocolate o un molinillo de café: en el hacer pictórico de Ramon Calsina el pan es un pan , la tableta de chocolate una tableta de chocolate y el molinillo de café un molinillo de café, auténticos, con una apabullante dosis de verismo, de realismo de trompe l'oeil. En esta faceta de Ramon Calsina es cuando agradecemos su virtuosismo de pintor maestro. Y, aún, el hecho singular que con su lenguaje convencional, formalista por definición, sujeto a las normas de composición más preñadas de ortodoxia, nos lleve al paraíso irrealmente mágico de su inagotable imaginación, a la tremenda verdad del sueño recreado para nuestro placer.

¿Y no son justamente estas las características de la fabulación de Pere Calders? ¿No es, disfrazada de consuetudinario, como nos hace tragar la maravillosa aventura de su pensamiento, de su universo onírico? Esta es la razón de mi paralelo Calsina-Calders. Entramos en el territorio de los sueños de ambos de la mano con la terminología narrativa más normalmente cotidiana. Uno y otro nos llevan al inacabable paraíso de su imaginación enfebrecedora, implacable y directamente.

Lo cual nos hace caer en la cuenta de que tan plástico es el mundo de Pere Calders como literario el de Ramon Calsina. (Y ya sabéis que el término literario aplicado a su pintura no tiene ninguna implicación peyorativa, de la misma manera que tampoco la tendría hablar de la plasticidad en los textos de Pere Calders.)

Habrá sido un buena cosa que mucha gente joven, de cuarenta años en adelante, haya descubierto este viviente legendario que se llama Ramon Calsina i Baró. De la misma manera que, hace unos años, muchos jóvenes conocieron la existencia del Calsina de las letras, Pere Calders, con aquella vieja colección de cuentos suyos que subían al escenario inyectados de juventud, bajo el título de Antaviana. Ojalá que la exposición de Ramon Calsina equivalga a Antaviana!

 

Avel·lí Artís-Gener

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